Las redes sociales han cambiado la conversación. Como todo acontecimiento histórico, tiene sus aspectos buenos y malos. Para los medios, se ha convertido en una herramienta importante para comunicarse rápidamente y llegar a más usuarios. Con un solo hashtag, puede llegar a los rincones más lejanos del mundo e Internet.
Por otro lado, las fake news se han convertido en una tortura constante para los periodistas y en una fuente eficaz de protesta política, que logra resultados notables en el control de la opinión pública. De igual forma, los usuarios han recibido más información a través de la comunicación, lo que aumenta el intercambio de ideas, pero al mismo tiempo han aparecido los “trolls”, usuarios con nombres falsos que se dedican principalmente a incitar al odio entre las personas que hablan.
Vivimos en una época en la que los teléfonos móviles están reemplazando a la realidad. Esto lo podemos ver todos los días, en eventos deportivos, eventos públicos, conciertos privados, donde miles de personas toman fotografías de sus ídolos, en algunos casos incluso mejor que los medios de comunicación que lo brindan.
Ante esta realidad, los medios de comunicación deben ser un puente de verdad, autenticidad y poder para ganarse la confianza del receptor. La constante desinformación que circula en Internet se presenta como un problema que obliga a mirar y prestar atención a todos los hechos, utilizando la libertad de los periodistas con plena responsabilidad.
Hay una frase del gran Rodolfo Walsh que siempre llevo conmigo:
«El periodismo puede ser libre o divertido, sin término medio».